Casi me deleita mi propio silencio. Me da miedo estar sola, me da miedo por si me matan. Quién iba a venir a matarme a mí, pienso por otro lado. Me da miedo porque me dan miedo los fantasmas. Aunque a veces miro la puerta desde la cama y deseo casi de verdad que se abra y algo suceda. La decepción del riesgo autoinducido. Cada vez que me llaman al timbre pienso que eres tu. El conjunto de la situación me hace recordar los brazos que yo eché, porque esa es mi última referencia de hogar. Brillantes caracolas abandonadas en la arena. Haces de luz de verano.
Me basto, aunque tengo cierta tendencia a la cadencia de determinado tipo de deseo. Se me derrama pensar en ti, cálido por los muslos, tengo manchadas las manos y la frente del encantamiento en el que se ha convertido este impulso continuo. Sustancias puras sin reacción, remedios caseros, desde aquí.
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