Yo ya no sé de qué tengo miedo si te tengo a ti. A veces cuando me recojo el pelo se me despejan las ideas y se abren claros. Otras me pica el albedrío y me acuerdo de todo y me olvido de mí. Me estrello contra una desconocida que no sabría decir nada porque no considera que haya nada que decir. Me encuentro con mis fatalismo amordazado, la ventana cerrada y una piedra por cada "no sé". La desidia se convierte en el cielo azul de un jueves y se enreda como legañas. Me puede más de lo que admitiría y crees, prefiero esta oscuridad espesa que la luz de mi propiedad que no significa nada sin ti. Hace tiempo que esquivo ocuparme de cosas y me baso en las texturas de tus mañanas. Me duele la sangre, el buen tiempo y cada desmadre. Y cuando el pelo me hace cosquillas me pregunto qué pude hacer, y le doy un sorbo al café con leche que ya me estoy despidiendo de el y de las historias que le revelo. Sin prisas, que yo espero.
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