Hace frio en los pies, hay humo en mis
labios; sueño en mi córnea y sosiego. Y maldigo las eras de los
hombres que han vivido antes que yo; tengo bastante efectivo, tabaco
y horas. Y maldigo cada sentimiento que me dispara en la cabeza, me
inundo en dorada colonia que trajiste ayer en forma de vida. Nadie
tiene agallas, de como la soga se aprieta al cuello, sólo de pasada
en conversaciones con café. Los culpo a todos. Ansiedad, y
rebuscando a oscuras araño las sustancias que me gustan y me hago
creer a mi misma en Dios. Lo miro por encima del hombro porque tu me
haces inmortal, apareces despeinado en cada línea que leo. Eres un
mayúsculo, mucho más que más; mi despertar, crujidos de huesos y
montones del ti, que me gusta a mí. Y yo, me dejo divinizar por la
inmensa sonrisa de tus cansados ojos, de la eternidad que hay en
ellos. Me acurruco, me tapas, me duermo.
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