martes, 14 de enero de 2014

Del 15 de marzo al 15 de mayo.

Marzo pasó rápido, dormía en casa de Miranda los fines de semana para poder salir por ahí un sábado.

Nunca creí en el amor, siempre me pareció una ilusión de la mente; como la esperanza; para ser feliz. -¡Nihilista amargada!-, me diría mi hermana, una polígama enamorada del amor. El amor mitiga ese sentimiento de soledad permanente del que uno es consciente al llegar a cierta madurez, mitiga la realidad de una soledad colectiva disfrutada en común. Mi hermana por el contrario, amaba con todo su corazón, quería a Richi, el chico del sábado pasado; también a Albert, su lio de verano en Barcelona; a Daniel el de la libreria de debajo de casa, a todos y cada uno de los chicos con los que mantenía o mantuvo relación. Ella nunca estaba sola, siempre tenía el amor de un chico aunque ni siquiera fuera correspondido, se trataba de la estrategia de Miranda para protegerse del mundo. Bueno, eso, los porros y las pastillas. 

Recuerdo muy bien un fin de semana que un chico que había conocido esa noche me invitó a su casa, salíamos del bar haciendo zig zag, riendo sin importarnos nadie. Era el tipo perfecto, no sabía ni su nombre. Andábamos, andábamos y cantábamos ese tema de Blur que todo el mundo conoce pero no sabe su nombre. Pisé un cristal y fue como si los efectos del alcohol se cayeran al asfalto, saltaran el escalón a la carretera y se tiraran en triple salto mortal a la alcantarilla. Mire al chico, era guapo, quería sexo; pero era majo, volvería a llamarme. Salí corriendo.

Ni siquiera me acuerdo de que el gritara o saliera corriendo tras de mí, la puerta marrón abriéndose fue lo siguiente que sé. El gato que sostenía Nita, compañera de piso de mi hermana, me miraba maullando difuminado por el humo del vogue que fumaba. Nita rió al verme y se fue hacia la cocina dejando la puerta abierta.

El panorama era digno de un cuadro, me recordaba al olvidado del Louvre enfrente de la Mona Lisa, un cuadro enorme y lleno de detalles de las bodas de Caná.; un cuadro con una fiesta que lleva celebrándose más de tres horas. Una celebración así era lo último que apetecía a una yo a las cuatro de la mañana con un corte en el pie. La música retumbaba, otros retumbaban en el salón; unos cuantos en la cocina bebían, fumaban y se reían; mi hermana estaba entre estos últimos y decidí acercarme. Los conocía a casi todos, eran los de siempre; el grupo de desfasados de siempre.

Tras los saludos y las bromas reglamentarias me senté en una silla sobrante. La mesa estaba mojada y pegajosa, había todo tipo de vasos por todas partes, muchas botellas y un sandwich que estaba siendo devorado por una de las amigas de mi hermana. Como no sabía de que hablaban, ni me apetecía integrarme, me serví un chupito de ginebra. Al cabo de cinco, mi hermana me mencionó.

- Ahora que está mi hermana, Nita y yo os vamos a dar una noticia.- Los ojos de Nita se iluminaron y se levantó corriendo hacia mi hermana, levantándola y ocupando su asiento, mechones de pelo rubio le tapaban el ojo derecho que o apartó indicándole a mi hermana que se sentara encima. - Ahora puedes hablar Miranda.- Mi hermana reía a  carcajadas e intentaba mantenerse sobre las rodillas de Nita; pero respiró, se acomodó y procedió.

- Nita y yo tenemos el placer de comunicarles de que estamos embarazadas.- Amanda, una chica alta y rubia que estaba sentanda al lado, le dio un golpe en la cabeza de broma; todos rieron y mi hermana intentó devolverselo sin resultado y prosiguió. -Nita y yo tenemos el placer de comunicarles que vamos a irnos de perroflautas en coche a Moscú porque leí un libro y teniendo en cuenta mi situación de pobreza, tengo el tiempo y las posibilidades de ir. Nita me acompañará y viviremos aventuras que nunca creereis cuando las contemos.-

Muchos comentarios salieron despedidos en todas direcciones, - locas que estais.- - Bueno, pues fue bonito conoceros.- y -traedme un regalo.- fueron tres de mis favoritos. Rieron y Nita contestó.

-Miranda no tiene estudios ni dinero, pero es una gran ahorradora y ha conseguido 500 euros, yo tengo el dinero de mis padres y me da igual repetir otro año, aunque como soy divina voy a aprobar igualmente. Además, siendo yo una gran maestra a la guitarra y Miranda una cantante de bar, nos valemos para conseguir algo más de dinero.-

La noticia me dejó impactada, se iba de viaje y seguro que no tenía ni pensado decirle nada  a mis padres. No sabían cuanto tiempo les llevaría, alquilarían un coche y se irían a Moscú a ver que les deparaba el camino. Me enfadé, o disfracé la envidia de enfado, le reproché unas cuantas cosas y a partir de ese momento mis recuerdos se emborronaron por tanto tequila.

Tenía el pelo recogido en una coleta, bragas y sujetador. Mi hermana descansaba a pocos centímetros de mí, siempre había roncado y odiaba que se lo dijeran. Apenas recuerdo más de lo contado, mi noche había sido corta y etílica. Tenía curiosidad por qué dirían Nita y Miranda cuando se levantaran, aunque probablemente ambas no tuvieran nada que objetarme.

Me duché y me coloqué la sudadera de Motorhead de mi hermana, hice café y limpié lo que ya limpiaron ayer, había un par de personas cuchicheando en el salón. Cuando entré a invitarles a café, ya estaban vestidos y dispuestos para marcharse. Había acabado la fiesta oficialmente.

- Alguien tuvo un pedo muy importante ayer.- sonó una voz estridente detrás. Nita descansaba el peso de su cuerpo sobre el marco de la cocina, una camiseta azul de chico le tapaba lo justo, y su pelo corto y liso y rubio se encrespaba en todas direcciones tapándole un ojo. -Ponme un café Señorita.-

Le serví el cafe americano y con sacarina, como a ella le gustaba. Nita había sido la mejor amiga de mi hermana desde que yo podía recordar, tenía siempre un aire de pasotismo y bohemio. Tocaba la guitarra como pocos, y había sido la más fiel compañera de vida que mi hermana podía haber encontrado. Habían vivido miles de aventuras juntas, como aquella vez que desaparecieron tres días y aun nadie sabe qué pasó. Nita se había convertido en el soporte emocional de Miranda.

Se apartó el pelo de la cara y me sonrió divertida, el sol se colaba por el patio de luces como si fuera mágico y reflejaba en los ojos marrones a juego con el pintauñas color chocolate de Nita, haciéndolos parecer derretirse juntos. Supongo que en aquel piso de Madrid, con esa determinada luz de la mañana y a una hora comprendida entre las nueve y las diez y media, era la chica más guapa del mundo. Al menos para mí, el resplandor dorado de su pelo casi iluminaba el cuchitril de cocina y reflejaba en la mantequilla de mis tostadas.

- Serás quien viva para contar nuestro viaje, eh, Luz.- Se dirigió a mí haciéndome recordar la conversación nocturna, junto con innumerables e innecesarios pinchazos por la resaca.

- Yo la escribiré, descuida.- Y proferí una tímida carcajada.

Miranda entro a la cocina y cerró la persiana, desguiñó los ojos molestos por la luminosidad y me fije en sus labios más rojos de lo habitual; dios sabe cuanto tiempo tenía su camiseta de la guerra de las Galaxias, le quedaba curiosamente ceñida y por el ombligo. Todo estaba estudiado. Cogió un café y se sentó sobre el regazo de Nita.

- Descríbeme guapa, ¿vale?.- Y reímos juntas.






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