sábado, 10 de marzo de 2018

sakura


He llegado a donde quizá no había llegado aún; de donde puede que venga. Se me ha ido, y se han comido las chinches el mal gusto por las cosas a medias. Si una vez tuve una sola voluntad, hoy está rota y remendada; mal zurcida; y aun así es más mía que nunca. Se me ha adherido a las entrañas como un maligno tumor sin cura, me ha echado a perder el temor que un buen día despóticamente me reinó. Hoy soy la única autoridad en mi templo, todo lo demás son pequeñas tiranías que intentan colarse por las rendijas de la alcantarilla que hoy es mi sin razón. Y me encantaría decir que soy implacable como los diamantes que te salen por la boca, pero soy más parecida al carbón que en el pasado fue flor. Flor de cerezo quemada por la lava escupida del tiempo. Un cadáver feliz de volver al suelo que, excretando la vida y en vez de llegar a la cima, descendió siete veces y al fin pudo encontrarse con dios. Dios que es cierta tonalidad de la tarde. Dios que es tu voz consternada, viajando por el cobre que le robamos al enfermo orbe; suspendido en el universo solo por vos.

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